Editorial

(c) Diseño de portada - Paula Pappalardo



Número 90

¡¡PASAJEROS AL TREN !!!!!!!!!!!!!
Entre aires otoñales y esplendor de dorados, ocres y púrpuras, el trencito inicia un nuevo viaje. Llevando como siempre la palabra que ilumina, seduce, denuncia, enamora ... Y cargando el afecto de tantos amigos escritores y amigos lectores que, mes a mes y fielmente, ascienden al tren para compartir la experiencia de la creación. Maravilloso destino ...
Por eso el jefe hace sonar la campana ... la locomotora humea y ... ¡allá vamos!!!

Como el trencito le tomó el gusto a los viajes internacionales nuestro primer destino será MÉXICO para recibir a una querida amiga que ya nos ha acompañado en otro viaje: MARÍA EUGENIA HERNÁNDEZ SALÁIS. Nació en Ensenada (Baja California) y reside actualmente en MAZATLÁN, estado de SINALOA (MÉXICO). Les recuerdo sus datos: Es Abogada, con Maestrías en Derecho Penal y Administración. También tiene una especialización en Literatura Mexicana del Siglo XX y está Diplomada en narrativa, cuento y poesía. Es asistente a congresos de lectura y poesía en México, en Cuba y en nuestro país. Libros publicados: “Brumas y lejanías” (poemas – Ed. De los Cuatro Vientos – Bs.As. 2009) y “Fuegos fatuos” (poemas – Ed. De los Cuatro Vientos – Bs.As. 2010). Hoy nos entrega sus poemas, plenos de pasión y mirada filosófica.


CANTO DE CIGARRAS

Vivo en una casa
en donde todo empieza
y termina el mismo día;
esa finitud inmersa en ella
proyecta de manera sensible al amor.

Sin embargo no se puede acallar
hacerse el sordo, a un erótico
concierto de cigarras enloquecidas
por la exigencia de la naturaleza.

Ignorar el calor, noche en verano,
derroche en desmesura de humedad
en todo el cuerpo, embriaguez circular
salobres poros, inundarán a los seres irredentos.

Y un timón con brújula escindida
deslizará la nave azul para surcar,
los mares calcinados de un desierto.
 

TORVA

Tu sombra
de luna oscura
a veces viene y provoca
que mis cantos se aceleren.

Tus manos diestras enlazan
del amor los entresijos
y desde el pechos suicidas
destruyen mi pedestal.

Y cuando un cuervo funesto
me grazna porque se quema
preso de infierno voraz.
entonces tu sombra torva
sonríe mientras se aleja,
deja mi hoguera detrás.
 

DESTIEMPO

Ya pasó el miércoles,
el jueves, el viernes,
casi el sábado,
musitaron tus labios con alivio.

Después marcharon,
el lunes y hasta el sábado en muletas,
con una lentitud de penitencia
desgarro de alma, más que de rodillas.
 

CON LLUVIA

Ahora llueve y es tarde
calman así los calores
niega el verano morirse
derrite frío con abrazos.

Juegan a ser horizontes
los helechos sobre palmas
mientras un cuervo celebra
resplandores de tinieblas.

Del amor las sabandijas
se esconden y regurgitan,
trituran las fantasías
las digieren en la nada.

Entonces las dudas vienen
se precipita el silencio,
el púrpura estilete de los celos
se hunde con placer desesperado.
 

PAJARERA

No soporto mirar la pajarera
las aves constreñidas en prisión,
el vuelo que las alas facilita
su canto diamantino se los niega.

Como ave triste cautiva en pajarera
el pensamiento azul por la mañana
oscurece sin ti en el ocaso.

Y en el pecho mariposas amarillas
de abril ayer sutiles rosas exaltadas
expiran sin perfume en mi regazo.

MASCARÓN DE PROA

Soy mascarón de proa,
viajo sola.
Botada inerme por la borda
libre de pecado purgo pena
presa del océano y la madera.

Al mar me rindo pues él no le teme
al cuerpo extraño con el que nací,
aunque en mi entrega rasgue en mil pedazos
su manto de agua, vidrio azul añil.

El mar perdona tan cruel villanía,
suspira, calla y me deja ir.
 

ELOGIO AL SILENCIO

El estruendo brutal que me rodea,
un parloteo estrepitoso y sin sentido,
son lastres de plomo que desquician
impiden navegar, soltar amarras.

Aturdida en loca inercia, sola emprendo
cruzada de mutismo irrealizable,
suavizar los tonos de la vida
en el santo sepulcro del silencio.

Y así al vagar desnuda en una playa
liberar a la naturaleza prisionera,
en la suave caricia de la arena
intentar recobrar el paraíso.

                             de su libro “FUEGOS FATUOS”


Previo a regresar a la patria, decidimos hacer una escala en ECUADOR. Allí recibimos a JALISCO GONZÁLEZ TENORIO. Nació el 12 de marzo de 1942 en QUININDÉ (ESMERALDAS) en ECUADOR. Autodidacta, ha desempeñado varios cargos en la función pública. Actualmente es activista del Ministerio de Cultura, Dirección Provincial de Esmeraldas. Ha publicado varios poemarios y participado en recitales nacionales e internacionales de poesía. Les dejo unos poemas suyos, plenos de gracia, sabor y emoción. A disfrutarlos!



MULUTA

Tata aiyé.
Mama aiyé.
Muluta ariguandé.
anda de mano en mano
divirtiendo a los adultos,
de mano de las cantoras
que despiden al morito.

Ay, tata aiyé,
mama aiyé,
purum pum pum, purum pum pum.

Tata aiyé.
Mama aiyé.
Perepé pe pe.
Muluta ariguandé.
Se fue.

RAMAY

Esto que siento.
Esto que tucu, tucu, tu.
Esto que quiere abrirme el pecho,
esto que no es de cuando en cuando,
esto que es de todos los días,
esto que sueño,
esto que no me dio esperanza alguna,
esto que en silencio va creciendo.

Esto que cuando sonríes,
esto que tu sonrisa derrama mermelada,
esto es lo que me pone al desvarío,
esto es que no quiero el jugo de guanábana,
esto es que quiero la guanábana pa’ chuparla,
esto es que busco la guayaba,
esto es imaginando morder tu boca,
esto es lo que me pone al rojo vivo,
esto es como un tizón en brasa.

Esto es por todos los no sé qué de tus encantos,
esto es lo que provoca,
esto de comerte de cabo a rabo.

Y después de esto
será lo que Dios quiera.
 

CON ALAS DE PAPEL

Un rum rum
hace ya tiempo,
algo que quedó
zumbando,
que anduvo brincando,
valga la comparación,
como canguro
de una boca a otra;
colorín colorao
este cuento
se ha acabao.
Barambé, barambó
choró, cho, cho;
el cuento comienza ahora,
érase que se era
Villa Dolores;
érase como de esos
cuentos de la ciudad encantada.
La fiesta ya era un hecho;
todo estaba a pedir de boca.
Las invitaciones
iban de un lado para otro
en picos de palomas;
y llegaron y llegamos,
hasta de los confines
llegaron los poetas.
Estaba de fiesta el verso,
la poesía a flor de labios
salía con sus mejores
galas; y bla, bla, bla,
una ida, otra puesta,
al puro estilo
de Oscar Guiñazú,
tal cual le gustaba
embriagarse con las palabras,
se las bebía como si fueran agua,
como quien tiene una sed
infinita, humeando por dentro.
Cosa que pa’ no alargar el cuento,
caía como lluvia
desde el cielo la poesía,
con alas de papel:
así como es ella,
sin escondrijos, transparente,
válgame Dios, Villa Dolores
y su forma de abrumarnos,
como su sangre,
cálida en su querer,
apetecible como el buen vino;
huerto de la creación,
de mujeres con boca
de pulpa de mamey almibarado,
pechos como zapotes maduros,
provocantes;
cuerpos de ya tu ves,
candela viva,
donde la pasión se inflama
y no se quema,
panal de miel que esconde
entre ropajes y atavíos,
miel real pa’ beberla
miningando
y quedarse allí “pegao”
como mosca en esa miel encoñadora,
hasta sudar la gota gorda,
hasta que se hagan leña las pasiones,
hasta que el momento lo haga ver
pajaritos en el aire,
hasta que se sientan
con los angelitos encima,
y se deje venir la marejada,
y se encalete por boca y nariz,
con repitute y todo.
barambé, barambó,
sé que tienen con qué
pa’ toda la vida,
¡barambé!
 

Arribamos a Ezeiza y nos fuimos a buscar a nuestro próximo pasajero: JORGE PRIETO. Reside en BUENOS AIRES. Egresado en Bellas Artes y a su paso por destacados talleres (Víctor Churba, Ahuva) expone en varios Salones de Pintura. Recibido de Licenciado en Cine (U.N.La Plata). Trabajó como ayudante de Torre Nilson, D. Kohon, R. Kuhn y otros. Funda y dirige “Videodocumenta” y más tarde “Video Digital S.A.”, realizando documentales y publicitarios, algunos premiados. En paralelo y desde hace mucho tiempo participa de talleres literarios con I. Blastein, H. Constantini, I. Lublin y, en especial, con los poetas Gianni Siccardi y Marcos Silber. Como cierre de la carrera trianual en Casa de Letras prepara la edición de un libro de microcuentos. Hoy les dejo poemas de su libro “Album de esperas y otros asuntos”. Pasionales … filosóficos … críticos … imagino que los van a disfrutar.


COTIDIANA ES LA VIDA

En la feroz contienda del vivir
esperar ya no cuenta.
con la ropa manchada de miedo
y la vianda en una bolsita,
cada uno aprolija su disfraz
a la entrada de los laberintos.
quizás
silbando
para huir de si mismo.
 

PURA SUERTE

Todo el tiempo
cada vez tan sin rumbo
iba sin mi.

aquel día,
arrastrado por el viento
una cierta musiquita
me trajo a vos.

HUNDO MIS DEDOS EN TU PIEL

A cualquier hora
me adueño de vos
y te celebro;
te reinvento
aunque no estés.
Aunque no lo sepas
te desnudo,
beso tu arriba
tu abajo,
tus silencios
beso.
 

EL VALOR DEL AMOR ESTÁ EN EL RIESGO

Aquella vez
calle arriba
el viento
insistió en separarnos.
Hoy, en las afueras del pueblo
nos volvimos a ver.

A tientas, buscando una señal
nos navegamos suavemente
y como el deseo siempre llegó a salvarnos
lamidos como nunca
nos entramos por los labios y esperamos.

Después, contra la pared de la noche
apenados pero juntos
entendimos,
nada es dos veces.

LA PIEL DEL TIEMPO

Este amor en carne viva
me desarma la memoria.
Imantado a tu lengua
no se cuanto dura el tiempo
ni quien de los dos soy.

Extraviado entre tus muslos
sin más huellas que el deseo
algún día alguna vez
con los labios descansados,
sabré que fuimos.
 

NADA CAMBIA NADA

                                                                            “… agarrados al mundo por donde pueden”

En noches envejecidas
que no terminan de morir
el embeleso carcelario de la TV,
jauría almibarada
a puro olvido
todo está por ocurrir y nada es cierto.
a último momento, a primera vista, o porque sí
llegan
fugitivos, heroínas, predicadores, impedidos,
desesperados
siempre con una última bala.
Besos a quemarropa, goles milagrosos, muertes
y las promos de anestesia,
lapsos insospechados, deslugares intrigantes
sin hoy ni ayer.
como si cada noche comenzara la vida
la espalda pegada a la pared,
los ojos atados a la pantalla.
Y a esperar.
Una interminable espera.
 

ESCOMBROS E ILUSIONES

De tardecita
más apaciguado el viento
y después de barrer las sombras
voy a desatar
el imprudente
paquete de palabras
que fui juntando en la vida.

YO Y LOS DEMÁS

A los que bajamos y bajamos miles de escalones
y pase lo que pase abrimos todas las puertas.
A los que demorados por tanto olvido
ya no sabemos que hacer con las esperas.
A los que se nos hundió el suelo
y solo nos queda confiar en cada salto.
A los que en este Sur, con tanto ruido a celda
por las dudas dormimos con un solo párpado.
A los que la impiedad de vivir nos carcome
y sin hacer pie, con tal de flotar, no respiramos.
a los que hasta ahora, luchamos y perdimos
saber que no estamos solos,
no alcanza.
 

ESPERAR EN LOS MUELLES

En punta de pie por los andamios
o atados del brazo a un ideal,
sin parpadear
corrigiendo a cada rato el estrabismo,
desguarnecidos, atrincherados,
(solos o no)
sin un plan para mañana o nunca
y con la memoria acalambrada,
mientras unos pocos lo disponen,
más que esperar,
duramos …

de su libro “Álbum de esperas y otros asuntos”

La locomotora se despidió de la Reina del Plata con un sonoro silbido y reiniciamos el viaje. El mar nos llamaba ... y hacia allí fuimos para que ascendiera el querido amigo SANTIAGO BAO, con quien tuve el placer de compartir unas horas de jugosa charla este verano en su domicilio de VILLA GESELL. Ya nos ha acompañado en otros viajes pero les recuerdo algunos datos: reside en la ciudad de VILLA GESELL (provincia de Buenos Aires) y nació en San Fernando (provincia de Buenos Aires). Estudió Antropología en la Universidad de Bs.As., carrera que debió abandonar en 1976, luego del golpe militar. Libros publicados: Poesía: Trabajos forzados (1997), En el desvío (1999), Pendientes (2002), Memorias del zoo (2005), Despliegues (2006), Cantos del río del Este (2009); y Al otro lado (poesía y prosa) (1998). Cuento: La máquina nocturna y otros cuentos (2004). Publicó dos poemas premiados en el libro I poeti del Faro D’Argento (Riposto – Italia) Sus textos se encuentran publicado en varias revista virtuales así como en la antología 13 Poetas (1967), Antología del Empedrado (Tomos II y III) (1997) Poesía ácida (2002) y Testimonios del presente (2008). Aquí les dejo un cuento que me gustó mucho, del libro “La máquina nocturna y otros cuentos” Ojalá les agrade como a mí ...


                                            OTARIO

   ¿Por qué me detuvo tanto tu mirada? ¿Por qué caí como un náufrago al lago profundo de tus ojos? Y justo en el club del barrio, en ese baile de los sábados. Yo, que ya de muchacho me había codeado con esos tipos tauras que se hicieron respetar y que paulatinamente me  incorporaron a sus mesas de vermú de los domingos, después de los entreveros tensos de los partidos de bochas en los que había logrado cierta destreza, o en las agotadoras partidas de pelota vasca en el frontón aledaño.
   ¿Por qué acepté ese envite bravo al que me insinuaban tus ojos en donde se abría una ventana hacia atardeceres de miel y oro?
   Del barrio no era y tampoco la había visto antes en el club y como estaba con Eugenia - una amiga -, no tuve inconveniente de acercarme para saludarla, mejor dicho, fue Eugenia que me hizo una seña para que fuese.
   Había dejado atrás los treinta hacía bastante y mucho más los veinte años, en que fácilmente me hundía al instante en los remansos de unos ojos como esos.
   Ya estaba casi en otra década con varios acomodos y desacomodos en el corazón de mujeres y amores de duración incierta.
   En el momento de las presentaciones se acercaron María del Carmen y Norma, otras dos amigas de Eugenia.
   De allí, fuimos a sentarnos a una mesa que ellas ya ocupaban. Tipas macanudas, algunas separadas y otras con acompañamientos leves.
   Todavía era temprano y en la pista de baile escaseaban los danzantes; en esta parte inicial el baile era con grabaciones. Más tarde actuaban las orquestas.
   Nos sentamos y el azar hizo su jugada, quedamos casi frente a frente. De ningún modo pude evitar el intento de alguna huida y tampoco la deseaba.
   Era como una caída libre en la que no había previsto ninguna contención. Y me derrumbé en sus ojos. Todo coincidía: los ojos, la boca, la voz, el cuerpo, el vestido oscuro ajustado, bastante corto y esas medias negras que acentuaban unas piernas perfectas.
   Me enteré que estaba separada hacía poco y ella, por Eugenia, que yo me animaba con algunos versos.
   Allí, con las cuatro mujeres e iniciando una ronda de cerveza me sentía algo incómodo, aunque también esperaba la llegada de algunos amigos para darme cierto dique. Ya imaginaba encuentros con ella a solas.
   Le decían Tini y esa noche, ni nunca, hubo manera de conocer su nombre completo. Tini. Tini en la charla animada y con pocas palabras y las ocurrencias algo zafadas de María del Carmen.              
   Invitarla a bailar me pareció ingenuo, sería porque la ingenuidad ya la había gastado toda al caerme en sus ojos.  Y a caerme y descender hasta la tontería como un verdadero gil; nunca tan desprevenido y sin defensas.
   Ni sé para qué me acuerdo. Ni para qué pienso adonde estarán esas páginas que te ofrecí atropellado, en las que brotaban el río, los juncos, el barco, los álamos, los atardeceres del Delta. El barco misterioso en que vivías. Me lo dijo después, Eugenia.
  Un barco amarrado en el club Náutico, en el comienzo de las islas.
   Los amigos de las chicas fueron llegando y se sumaron a las mesas que hubo que juntar. A todos se les ocurrió conversar o tal vez, esperaban a la orquesta para bailar.
   No puedo alejar el sentimiento de mi destino inexorable: qué lejos estaba de tus planes, totalmente afuera, como esa primavera que finalizaba, aunque eran tan distintos los veranos que esperábamos. Una primavera en la que para mí finalizaron cosas que vos sabías desde un principio que estaban muertas.  Pero esa noche yo me había empecinado en inventarte un mundo en ese barco en que morabas y su entorno. Un entorno al cual me incorporaba desde la nada, desde esa noche, qué sé yo. Suspendida en tu mundo, tus palabras apenas rozaban el espacio. Parecía que observabas con cierta superioridad y hasta por momentos, con desinterés, lo que te rodeaba.
   Cuando la orquesta arrancó, se empezó a desarmar el grupo.
   Bailamos dos tangos y un vals y fue innecesario insistir en conocer algo más de tu vida cuando advertí que las puertas de la comunicación estaban cerradas.
   No así tus ojos que permanecían engañándome sobre su verdadera profundidad, como marino inexperto o nadador mediocre que era, acostumbrado solo a navegar por melancólicos atardeceres inconfesables.
   De pronto avisaste que tenías que irte cuando el baile recién comenzaba. Todos se extrañaron de tu decisión, pero dijiste que al día siguiente debías trabajar por la mañana. Un domingo.
   María del Carmen que había llegado en auto, se ofreció para llevarte al club, que no estaba lejos y con un pretexto cualquiera, me uní al acompañamiento. Otra vez pocas palabras. El club, la noche húmeda y contemplarte como te alejabas atravesando un puente, mientras la niebla desdibujaba tu contorno.
   Regresamos al baile. No permanecí mucho más. El lunes debía trasladarme en una comisión de la compañía de seguros en la que trabajaba, a una sucursal ubicada en Olavarría y era por un mes. Para este acontecimiento me pareció que me distanciaba por un año.
   Viajé en tren. La mañana era agradable y un sol tibio entraba por las ventanillas de los vagones perezosos. Y como un tropel empezaron a surgir esos poemitas, versos del río, de las islas, de tu imagen, tu vida sobre el barco, el amor, los sueños. Y el único que no lo veía era yo, el único que no se daba cuenta, que se creía en los abismos del océano y estaba nadando en treinta centímetros de profundidad.

  Los días de Olavarría continuaron con la creciente incontenible de otros versos. Finalmente resolví parar, había escrito más de sesenta pequeños poemas.
   Un compañero de la sucursal tenía un buen equipo de computación y en un fin de semana hicimos la edición de un pequeño libro de un solo ejemplar, al que le agregué algunos dibujos míos.
   Y como no pude aguardar hasta el regreso, se lo envié a Eugenia, junto con una breve carta para Tini; un sobre cerrado dentro de otro.
   No le iba a enviar una carta a un barco que desconocía hasta cómo se llamaba.
   Un tiro al aire. "Espero que los leas con la pasión del alma que sé que te acompaña", le escribí en la esquela, tratando  de explicar como un mago, que un gesto único puede desencadenar "un resplandor que nos llena de luz y la cubre de mariposas blancas".
   ¿Por qué no entendí tu silencio cuando te estabas yendo esa noche por el puente y la neblina? Y te seguí construyendo para esperar con impaciencia ese nuevo encuentro con otras evidencias: un librito único en el que me jugaba con palabras nacidas con la intención de que te duraran toda la vida.
   Al día siguiente de mi regreso hablé por teléfono con Eugenia y se comprometió en hacer una reunión en su casa el sábado siguiente por la noche. Me dijo que había entregado el sobre a Tini sin ningún comentario.
   Por fin el sábado, y yo demorándome para no llegar primero. ¿Qué espina oculta se estaba incrustando en el fondo de mi conciencia?
  Cuando llegué, ya estaban reunidos casi todos los de aquel baile. Ella también. Y no demostró nada significativo cuando la saludé. Me senté a su lado y como no me decía nada, la interrogué en voz baja si había recibido mi envío.
   Me respondió que sí y que gracias. Nada más. Lo primero que cruzó mi mente fue esa parte del tango "Barajando" que cantaba Gardel: -" Y en la lona de los giles me tiró en el cuarto round..."
   No sé de qué carajo me sirve acordarme. Pero pasa el tiempo y uno se acuerda igual.  Tomó vino como los demás, tal vez, más y se fue hundiendo en una somnolencia de la que salió para decir que se tenía que ir; la primera. Otro domingo de tareas.
   La alcancé en la antesala de la casa, mientras Eugenia le alcanzaba su abrigo. Sólo se me ocurrió preguntarle lo obvio. – ¿Te vas, no podemos encontrarnos mañana para comentar el librito, que sé yo, para tomar un café?-
-Yo mañana trabajo y si no trabajo no como, por lo tanto, para mí el tiempo es importante. Así, que lo lamento pero no  va a ser posible.-
   Como me había roto en cien mil pedazos, me quedé casi inmóvil para que no se desplomara ninguno, sin saber qué decir y observando como se retiraba somnolienta hacia el barco amarrado en los desfiladeros de la nada. Me quedé con la mano extendida al vacío y en ese instante pude percibir que Dios pesaba demasiado.
  Eugenia me miraba con un dejo de ironía. Ella lo había visto y yo no. Después me dijo que Tini trabajaba en una empresa náutica vendiendo embarcaciones.
   Como un volcán en erupción me brotaba una lava mezcla de indignación y tristeza, que disimulé como pude.
  De qué me sirve lamentarme, si no alcanza siquiera para mover a esa pereza del recuerdo no restaurada por el olvido justiciero. Una noche, un baile, una mirada y nada más. El resto ominoso: una ofrenda a un dios inexistente.
   De una piel de inefables transparencias a unas manos que habían manoseado ese librito artesanal y único. Hay recuerdos tercos, cosas que se olvidan gradualmente, otras que gotean para siempre y van tejiendo los mismos tapices enigmáticos y dolorosos.
   El pibe que tenía cantando adentro, enmudeció y a veces lo sorprendo llorando entre los lentos derrumbes del desengaño, las temibles acumulaciones de lo inconcluso.
  Vos tenías la llave. Ya decía mi abuelo que había navegado desde España hasta aquí y después al África muchas veces: "Quién tiene la llave, cuando quiere cierra y cuando quiere abre."
  Después, el tiempo. Tratar de no dar más pasos en falso.
   No volvió a ninguna reunión. Más tarde, Eugenia me informó que estaba viviendo en pareja con un próspero y maduro abogado. Seguramente dotado con la habilidad de transmutar al tiempo en oro o viceversa.
   A veces, pienso en el destino del librito, no ya en el de ella, sino en qué habrá sido del librito, si sobrevive, seguramente alejado de miradas leguleyas.
   Los días, los meses. Debí alejarme con más frecuencia y por lapsos más prolongados por mi trabajo. Pero siempre volvía y desde hacía mucho ni siquiera preguntaba.
   Hasta ayer. Una reunión en el club náutico motivada por no sé qué aniversario. Ni siquiera sé si te acordaste. Si reconocías al naufrago incauto que sucumbió en tus ojos y que tuvo en sus manos al pibe que murió una noche cualquiera en la dejadez de un librito, abandonado en un cajón, con desgano.  Me había estacionado en la barra del bar para tomar una copa y de pronto, cuando miré hacia un lado, estabas allí, con un tipo más joven, el abogado maduro estaría soñando su mundo hecho de hojas de papel Romaní. Te miré fijamente para que me reconocieras. A ver si te acordabas del tipo que desde un cielo ilusorio hizo llover para vos, los breves poemas, dibujitos coloreados, una carta, gotas del medio del corazón, que cantaban las primicias de un maravilloso recodo de la existencia con una fragancia de violetas dulcísimas.
   El tipo que te acompañaba se había puesto a charlar con unos conocidos. Y cuando te acercaste con el cigarrillo para encender, tuve ganas de pegarte con las manos que alguna vez practicaron un boxeo de juventud, pero ahora parecían inservibles, las mismas que hubiesen querido entrar en tu cuerpo, en una búsqueda sin fronteras. Pero se mantuvieron en una quietud que intentaba iniciar el camino más apto para el olvido. Solamente te dije con una voz desconocida :
 -¡Perdéte! ¡Lo más lejos posible!-
   Vi, sorpresa y fastidio en tu mirada y tragándote la afrenta, retrocediste humillada hacia una dudosa suerte de marginación.
   La bronca se atropellaba para salir y para impedirlo le di al trago, sin piedad. Total, había lanzado tantas botellas al mar, a la deriva, con sus palabras inocentes.
  De qué me sirve putear o insultarte minuciosamente.
  Andá y reventá la noche con ese gil y dejáme rumiando en mi cielo de violetas y madreselvas, ese cielo que como un otario quise compartir con vos y te amarró a un territorio que duele, hecho de juncos, ríos y atardeceres isleños.
 Perdéte para siempre y usá la noche hasta reventarla.       

                                          de su libro La máquina nocturna y otros cuentos”.


Reconfortada la maquinista con el aire salino y con unos riquísimos alfajores de la zona, el trencito emprendió la vuelta al pago. Que por este viaje era suficiente. Y aquí los espero con sus cuentos y poemas y con una minibiografía en: millaco@ciudad.com.ar Les recuerdo que todos los números anteriores de estas Letras se encuentran en la página web, donde también pueden dejar comentarios. A quienes cambiaron el mail les agradeceré me lo informen.
Un largo y afectuoso abrazo y ¡nos estamos encontrando prontito!!!

CRIS FERNÁNDEZ

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